Contra la razón: recomposición narrativa de un territorio en blanco
En la aceleración el tiempo se sustrae definitivamente
al régimen de representación.
Sergio Rojas
Pensar las dimensiones narrativas que subyacen a las espacialidades, las figuras y los armados objetuales que realiza el escultor contemporáneo chileno Luis Montes Rojas es indisociable de la mirada crítica que el autor tiene de la tradición figurativa del monumento, así como de los modos a través de los cuales se ha representado escultóricamente la verdad de nuestra historia, nuestra memoria y nuestra idiosincrasia local.
Por ello, sus indagaciones plásticas buscan hacer evidente que la racionalidad política que ha gobernado y gobierna el país, amparada en el paradigma neoclásico y, en otros casos, en la retórica escultórica modernista, ha dado un orden a los hechos sociales que excluye los sinsentidos, los espectros inconscientes y las luchas desenfrenadas que habitan las potencias de lo viviente. Al parecer, es la vida bruta lo que le interesa a Montes Rojas y, en particular, las marcas que insisten en aparecer en la dramaturgia escultórica urbana.
En efecto, sus objetos e instalaciones evocan realidades que se manifiestan refractarias a los modos y maneras según los cuales se ha realizado la edición estética y política de nuestra temporalidad. En su conjunto, traman un corpus de obra que, por medio de una mirada arqueológica, descubre los signos y las huellas de lo vencido y lo derrotado que subyace a las narrativas dominantes. Me refiero con esto a que, en su hacer, Montes Rojas da lugar y expresión al conjunto de “códigos que la memoria omite a propósito de situaciones de ruptura traumática” .
Son obras, por ende, que hablan de las fuerzas que exceden la discursividad oficial y, por lo misma razón, cuya identidad estética da visibilidad a una memoria país anómala, que se descalza de la épica dominante, pero también difiere de las políticas públicas contemporáneas que reducen lo pasado a ser el correlato cosmético de las economías avanzadas.
Tomando una distancia crítica con lo pospatrimonial y con los estudios dedicados a diseccionar nuestra memoria traumática, Luis Montes Rojas apuesta a la recomposición de un sustrato político esquizo, es decir, estudia y releva los signos de la violencia, la exclusión y la locura que necesariamente han sido borrados para que lo chileno se convierta en un relato-nación codificable globalmente.
En Contra la razón, el artista desarrolla nueve montajes escultóricos de carácter figurativo. Estos ocupan como soporte ejes narrativos que relatan, desde puntos de vista diferentes, historias que deconstruyen nuestra memoria colectiva. A través de procesos similares al peritaje policial, la recopilación de informaciones y la toma de huellas, el artista devela, por medio de la figura del monumento y de la arquitectura institucional, el carácter informe del poder que les dio origen y potencia ontológica. Al ver estas obras se hace evidente que, en Chile, la política nunca ha sido un arreglo consensuado entre sujetos libres, sino, opuestamente, el resultado de fuerzas desmedidas y fracasos sucesivos. La muestra, así, se constituye en un territorio diseminado en el cual la presencia residual de lo histórico se abre a un nuevo campo de interpretaciones. Por ello es válido decir que, en su conjunto, estos objetos desean que el tiempo vuelva nuevamente a ser tejido por palabras y símbolos, pero a través de un habla habitada por el pathos de la muerte y el retorno de un real histórico reprimido.
Cabe destacar que las obras expuestas son el resultado de un proceso de investigación que Montes Rojas realiza desde el año 2008 y cuyo objeto son algunas piezas emblemáticas de la estatuaria chilena. En estas piezas lo que destaca o enfatiza el artista son las anomalías o deformidades que reflotan de modo latente en sus modos de representación. Con los resultados de su indagación, Montes Rojas busca la recomposición de una épica fracturada, es decir, una épica desfigurada por las relaciones de poder que traman su transparencia retórica y su poética monumental. Aquí la figura del héroe es clave, pero porque es continuamente reemplazada por los actores sociales y políticos que el sujeto mítico venció y, con ello, condenó a una existencia baja y abyecta.
Este conjunto de tópicos Luis Montes Rojas los desarrolla a través de operaciones visuales que tienen como base la extracción de fragmentos o partes de la estatuaria chilena. Con estos “trozos de historia”, como los denomina, elabora composiciones tridimensionales que hacen evidente que la unidad retórica y coherencia semántica de la historia es solo una pantalla que oculta las aspectos confusos e ilegibles subyacentes a toda empresa civilizatoria. Las cabezas doradas y colgantes de “Damnatio Memoriae”, los rostros seriados de una mujer gritando en “Hystérie”, el español vencido que yace debajo de O’Higgins o el puño de minero en “Sub-terra” remiten, desde su existencia parcial y descontextualizada, a una memoria que difiere profundamente de la que habita nuestra historia oficial. Esta otra memoria contempla, al interior del relato histórico, los miedos, las iras, las pérdidas y las derrotas que la razón de Estado ha debido excluir para perpetuar en el tiempo su poder y su soberanía política.
Otra manera de lograr objetivos críticos similares es a través de la apropiación de las dimensiones cosméticas del monumento. Esta utilización de lo ornamental como caballo de Troya y recurso retórico permite al artista reflexionar sobre la consistencia política de nuestra memoria país. En efecto, a través de puestas en escena que mezclan lo decorativo con representaciones escultóricas de héroes mutilados o por medio de estrategias de carácter relacional-performativo, Montes Rojas hace visible que, para los chilenos, el pasado político y las figuras de la historia tienen una existencia más bien difusa y espectral. Al parecer, en el Chile de hoy, el pasado carece de potencia constituyente o ya no es una fuerza emancipatoria. Al ver obras como “República”, “Ornamento” y la serie de entrevistas sobre los presidentes del país realizadas a familias en espacios domésticos, se hace fácil percibir que la historia política posee una presencia puramente residual en nuestra memoria. Tanto es así, que los iconos patrios, la colección de miniaturas de los monumentos de presidentes y la balaustrada quebrada del Palacio de La Moneda, que el artista reproduce a escala uno a uno, se nos aparecen en la sala Matta del Museo Nacional de Bellas Artes como imágenes de algo perdido o definitivamente extraviado.
Para finalizar, es necesario tener en cuenta que, a través de lo ornamental y un uso estratégico de lo fragmentario, Luis Montes Rojas nos presenta una historia que ha sido barrada , tachada, es decir, una historicidad puesta en suspenso por la materialización de microrrelatos que rompen la unidad estética y la racionalidad política que sustentan el mito del Estado. En su obra, el cuerpo heroico se desploma, los espacios de poder se derrumban y la viril historia se ve obligada a confesar los pecados y las obscenidades, los síntomas y los arrebatos que habitan su metálica y pétrea carne de estatua.
Mauricio Bravo Carreño, curador de la muestra
Crédito Fotografías: José Luis Rissetti
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Luis Montes Rojas (1977)
Escultor, vive y trabaja en Santiago de Chile
Licenciado en Artes Plásticas mención Escultura de la Universidad de Chile, y Doctor en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia (España).
Académico del Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Chile, donde además es Senador Universitario y Director de Investigación de la Facultad de Artes.
Es Coordinador del Núcleo de Investigación Escultura y Contemporaneidad, y ha escrito numerosos textos y artículos sobre escultura, arte público y arte contemporáneo, siendo además editor de publicaciones como “Arte público, propuestas específicas”, “El arte de la historia”, “Escultura y contemporaneidad en Chile: tradición, pasaje, desborde” y “Escultura y contingencia, 1959 -1973.
Ha expuesto en forma individual en los principales espacios en Chile, destacando Contra la razón, Museo Nacional de Bellas Artes (2019 - 2020); Santa Lucía, MAC Parque Forestal (2016); Galería de los Presidentes, MAC Parque Forestal (2015); y colectivas en Chile y el extranjero, entre las que se cuentan Reconsiderando el monumento, Segovia - España, (2019); De aquí a la Modernidad, Museo Nacional de Bellas Artes (2018 – 2020); Cuerpos Liminales, Centro de Extensión UC (2017); Gigantes y derivas, Intervención de la ex Cárcel de Cuenca, Ecuador (2016), entre otras.
Sus obras forman parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, de la colección del Centro Nacional de Artes de Cerrillos y de la Colección de la Fundación Engel, entre otras. Ha sido distinguido con el premio Fondart, en cuatro ocasiones, así como en la Primera Convocatoria Nacional de adquisición de obras de artes visuales (2020).