Los retratos que componen esta serie, fueron realizados por el fotógrafo Jorge Brantmayer en un período de 3 años y siete meses en el Centro Penitenciario Femenino CPF de Santiago, institución que hoy alberga 1.337 mujeres.
Estas mujeres han cometido distintos delitos: hurto, robo con violencia, tráfico, secuestro, parricidio, homicidio. Cometer un delito, haber sido sometidas a proceso y recibir una condena, es haber llegado a un límite, es haber llegado a la frontera de “lo social”. El Estado las ha separado y aislado. La sanción penal detiene a la culpable en una falta que perdura con el tiempo de la pena, que es también el tiempo que toma a la sociedad grabar el delito en la historia y en el cuerpo de esa mujer, para darle la gravedad de un pasado inapelable.
Aquella experiencia de cautiverio marca una “diferencia” que los espectadores conciente o inconscientemente esperan reconocer en las fotografías. Ahora, en un espacio acotado, el tiempo se ha detenido para esa mujer que si bien no ha cruzado el límite (no existe aquí un “más allá”), deberá permanecer por años en él.
Expuestas en esta galería de retratos, sus rostros parecen –ya desde el título de la exposición- recomendados a nuestra atención por memorias que suponemos terribles. En cierto sentido podría decirse que son historias “del otro lado”, no porque sean necesariamente excepcionales, sino porque sus protagonistas han sido condenadas. Vemos entonces en ellas los rostros de lo irreparable, las miradas que nacen de cuerpos encerrados. Las imágenes exhiben en cada caso un gesto, una actitud, un ademán que ante la cámara ensaya sobreponerse a un cierto saber de lo irreversible.
Sergio Rojas